Las cincuenta sombras de emprender

Emprender es muchas veces el único camino para conciliar con tus hijos

Cuando era niña no soñaba con emprender ni sabía qué era conciliar. Quería tener tres hijos. Ser periodista enviada especial a algún lugar remoto. Tener una biblioteca  y viajar por todo el mundo.

Treinta años después he tenido dos hijas. Y un espacio en mi casa donde atesoro mis libros, pero no es una biblioteca. Tuve que emprender porque quería conciliar y para que mi rol como mujer no se limitara al de madre. Me queda intacta la ilusión por viajar. Eso no me lo ha quitado nadie.

Emprender es emocionante. Pero que no te vendan que es cool y glamuroso. Porque hay muchas sombras. Y yo te voy a contar sólo mis cincuenta. Aunque también hay luces. Y de colores.

Esta es mi historia, basada en mí, como mujer y madre. 

 emprender es emocionante pero no tan cool como lo venden

MIS CINCUENTA SOMBRAS DE EMPRENDER

1.No me aguantaba ni yo.

Hasta que me decidí a emprender, reñía por todo. Me daba miedo saltar  pero pasaba horas en la redacción del periódico y veía poco a mis hijas. Me las estaba perdiendo.

2. Tenía miedo.

Y cuando salté y emprendí seguía insoportable y de mal humor. Era el miedo.

3. Voces de alrededor.

«¿Estás loca?» «Eso no funciona». «¿Emprender?». «Sí, sí, sí… muy interesante». Pero a mí no me llames.

4. EXPLOSION DEL CEREBRO

Tenía mi trabajo. Y era madre de dos niñas. Nunca había necesitado agenda. Pero empecé a apuntar todo porque emprendí y seguía trabajando por cuenta ajena. Casi muero.

5. ¿Quién soy?

Un día tuve que parar el coche en el arcén de la carretera y pensar qué hacer con la persona que tenía al teléfono: si una nota de prensa o un presupuesto de mis cursos. ¿Me estaba volviendo loca? Era 2014.

6. HORARIO ESCOLAR.

A las 17 horas estaba a diario en el colegio. Y salía de trabajar a las 15. Muchos días comía un bocadillo en el coche para aprovechar. Porque de 17 a 22 horas era mamá a tiempo completo. No tenía mucho más tiempo.

7. Emprender de noche…

A partir de las 22, cuando dormían, tenía una actividad extrema con mi proyecto de dos o tres horas de mensajería, skype y teléfono que me desvelaba. Y claro, descansaba mal.

8. … y madrugar.

A las 6,30 sonaba cada día el despertador. Dormía poco y mal. Así pasé quince meses.

9. Dejé mi empleo.

El día 1 de enero de 2015 abandoné mi trabajo en prensa escrita. Tuve vértigo al perder la seguridad de mi nómina. Pero o dejaba el trabajo o dejaba mi proyecto. No podía más.

10. Ley de Murphy.

Los meses siguientes a dejar mi empleo la facturación cayó. Es la Ley de Murphy.

emprender puede ser difícil pero tiene también muchas recompensas
11. Tristeza infinita.

Lloré muchísimo y durante muchos meses. «Me he equivocado».

12. «Ya te advertimos»

Las voces reaparecieron: «Te has equivocado». «Ya te lo dijimos». 

13. Me encerré en mi casa.

Durante dos semanas sólo salí para ir al colegio a recoger a mis hijas. No quería ver a nadie. Ni oír a las voces. Había fracasado.

14. RABIA.

Seguía riñendo hasta con el cepillo de dientes. Ahora era frustración.

15. Pero ya no tenía empleo.

Así que sólo había una opción: seguir.

16. Pedí ayuda.

Y llegó un compañero argentino: «Sandra, si yo lo hice con una Argentina en crisis continua, vos también podés». Jean no lo sabe, pero fue mi salvación. 

17. Advertencias.

Mi socio de vida y padre de mis niñas me dio un toque: «O cambias de actitud o cambias de actitud. Tú elijes».

18. Cambié de actitud.

Más me valía hacerlo.

19. Me rearmé.

A los quince días resurgí. «Si otros lo han conseguido, yo también puedo emprender».

20. Todo empezó a ir mejor.

Había llegado la primavera de 2015.

las luces y las sombras de una madre emprendedora
21. Se hizo la luz

Había sembrado tanto que llegó la cosecha. Porque llegaron personas que querían estar conmigo. Y aprender conmigo. Y así me convertí en la buscadora de estrellas.

22. LLEGARON ALGUNOS CONTRATOS.

Conseguí impartir formación. Empezaba a ser feliz.

23. Paciencia.

Aprendí a ser paciente. Cuando emprendes, los resultados tardan. Emprender es una carrera de fondo.

 24. Desaprendí y volví a aprender.

Y los resultados también acompañaron.

25. Conciliar.

Mis hijas seguían siendo pequeñas en 2015 pero ya podía conciliar. Ya no son tan pequeñas, pero tienen otras necesidades más demandantes.

26. Mujer-orquesta.

He aprendido a repasar tablas de multiplicar y contestar mensajes de trabajo a la vez. Y tengo una contractura de hablar por teléfono y sujetarlo con el hombro izquierdo mientras hago la cena con la mano derecha.

27. MADRUGAR

A las seis y media de la mañana cocino lentejas y potaje para comer. Ya no es como antes, cuando las dos estaban en el comedor y yo me apañaba con las sobras de la cena.

28. Más organización.

Porque trabajar en casa y que el foco no se vaya a poner la lavadora es muy complicado.

29. Simplicidad.

He perdido manías, como la limpieza compulsiva. Cuando tenía una nómina limpiaba más… ahora las habichuelas dependen de lo que yo haga.

30. Tareas domésticas acumuladas. 

Se me apodera el cesto de ropa sucia. No es fácil.

31. Las llamadas.

El teléfono suena a horas raras. Y no puedo desconectar. Pero trabajo con personas y las necesidades de las personas surgen en cualquier momento. A mí también me atendían a horas raras.

32. El móvil. 

Mi madre dice que se me van a secar los ojos de mirar el móvil y las pantallas. Pero me gano el alpiste con un negocio digital, así que me he puesto gafas este año.

33. Gente tóxica. 

En mi vida ya sólo caben las personas que aportan o que no molestan (Èlia Guardiola dixit). Fue duro, pero tuve que vaciar la mochila.

34. Ser autónomA. 

En fin… pasapalabra.

35. Más miedos.

Casi cinco años después sigo teniendo miedos. Lo que pasa es que he aprendido a manejarlos.

36. No soy un robot.

Eres humano. Y no puedes mantener el mismo ritmo de actividad siempre. Y claro, se resiente el negocio.

37. Exceso de confianza.

Has logrado buenos resultados y crees que lo tienes hecho. Y ¡zas! baño de realidad de nuevo.

38. Constante resetEO .

Tienes que volver a empezar mil veces. Lo bueno es que ya no cometes los mismos errores.

39. Renuncias.

He renunciado a muchas cosas que me gustan. Hay que renunciar para emprender.

40. Poca seriedad.

Me irrita que no valoren mi tiempo. Que no me devuelvan un mensaje o una llamada.

41. Soledad

Infinita a veces. Otras, no.

42. Autoexigencia.

Me desequilibra, soy demasiado quisquillosa conmigo. Aunque estoy mejorando.

43. Horario.

Aún no he conseguido ponerme un horario y parar cuando lo cumplo.

44. Me ilusiono demasiado.

Y he fabricado varios cuentos de la lechera. Pero cada vez menos.

45. Mi ritmo.

Me ha costado entender que los demás hacen las cosas a su ritmo. Y no al mío.

46.- Nervios.

Los controlo con meditación y deporte.  

47. Ya no me pongo enferma

Tengo una salud de hierro, como todos los autónomos.

48. Formación

Costeo mi formación. Antes, cuando trabajaba para otros,  me lo pagaban.

49. He aprendido a sonreír 

las sombras de emprender existen pero también hay luces

Andrés Pérez Ortega dice que los emprendedores somos como los magos: debes convencer al público de que lo que hacemos es real. Sin engañar, transmitiendo ilusión. Quizá por eso nos ven sonreír tanto. Porque cuando lloramos no hacemos fotos.

50. soy más feliz.

Andrés Pérez Ortega: «(…) Cuando las cosas salen bien, ¡Madre mía, Madre mía! Esa sensación sí que no la puedes transmitir a los demás y sólo la pueden entender quienes han pasado por lo mismo. (…)  esa auténtica aventura que te hace sentir vivo a cada momento no la cambiaría por nada del mundo».

Pues dicho queda.

Gracias Aline de Nadai y Unsplash, por la preciosa foto del paragüas.

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