Lo tengo claro, el éxito es para los que se mueven rápido. Pero es que este agosto lo he confirmado. Hace sólo dos semanas tenía planificado un mes plácido, sin mucho agobio y con pocos sobresaltos para hacer comiditas caseras y baños interminables en la playa hasta que llegue el momento de irnos de viaje y …bummm! Todo se ha precipitado.
En diez días se han sumado a mi equipo treinta personas más. Desde el 24 de julio ha sido imparable. Y la razón es que enseñamos a la gente a poner sus redes sociales a trabajar y a utilizarlas no sólo con fines lúdicos sino también profesionales. Y todo de una forma gratuita... Y claro, la gente no está acostumbrada a tanto.
Así que nos hemos tenido que mover rápido y lo que iba a ser un mes relajado se ha convertido en el más trepidante de mi vida.
Y ha sido emocionante porque esas treinta personas, que tienen entre 20 y 55 años, me han hecho moverme tan rápido que he visto mi negocio crecer a un ritmo que me encanta… Y me han hecho reorganizar mi vida y la de mis hijas, que están conmigo en casa, y muchos días comer a las cuatro o a la una porque tengo que adelantar o aplazar algo… Y me he dado cuenta que no pasa nada, que cuanto más caos a mi alrededor, más organizada vivo y mejor me van las cosas, porque me muevo rápido y pienso rápido y actúo rápido.
Y soy capaz de atender mensajes, seguir conversaciones en messenger, comentar cada post en Facebook, publicar en Instagram y avanzar con la facturación a la que debo llegar antes del día 25 para irme de viaje y desconectar durante una semana. Y mientras, vamos a la playa, o de compras a las rebajas, vamos al cine, cenamos con amigos, avanzamos con el cuadernillo de deberes de verano… y la thermomix a tope haciendo menús… Esa es mi vida. Y me encanta.
Al éxito le gusta la velocidad. Por eso cuando mi vida iba más despacio era, sin duda, menos exitosa.