Hace cinco años empecé a hacer Network Marketing y me dijeron que éste era un proyecto de personas. Que por eso era diferente a todo lo demás y había que fijarse en la importancia del marketing emocional al emprender.
En 2013 no hice demasiado caso. Siempre he sido más emocional que racional, pero me costaba mucho sacarlo y hablar de mí. Y no entendía para qué tenía que mostrar mis emociones cuando yo lo que quería era un negocio.
Así que no valoré la importancia del marketing emocional al emprender mi proyecto. Y el primer año acabó bien… pero no dejaba de ser una oportunidad para generar ingresos y dejar mi empleo. Que ya era mucho. Pero no una pasión.
En 2015, en un congreso de Network Marketing, conocí a una pareja rusa de sesenta años. Se asociaron hace treinta a la misma empresa que yo en plena Guerra Fría y sacaron adelante su red de distribución sin internet ni redes sociales. Con un teléfono y pasando pedidos por fax. Y con los espías rusos comprobando las llamadas a USA. Ella se puso a llorar mientras lo contaba en un escenario. Habían creado un equipo en más de veinte países pese a todas las dificultades. Y lo demás daba igual.
Yo también me puse a llorar, sentada en la grada. Ya tenía a personas que habían confiado en mí, pero como me empeñaba en mantener mis emociones a raya no me había dado cuenta de lo que significaban las mariposas en el estómago. Y al llorar supe que me estaba emocionando con su historia. Y pensé muy fuerte en crear la mía. A partir de ahí, empecé a leer y a leer. Y aprendí sobre la importancia del marketing emocional al emprender.
Casi todo en mi vida suele ser así. No empiezo a investigar sobre algo hasta que no llega alguien emocionante que me enseña. Siempre me han gustado más las personas que las disciplinas y si me gustan las personas, buceo en sus conocimientos. Y me pasó con la pareja de rusos y con muchas otras. Esa historia ya la conté hace tiempo.
Así que empecé a ser más emocional. Y no tan tiesa. Empecé a reírme hasta de mí. Y a llorar. Y a decir que tenía miedo. O que estaba enfadada. Y a compartir emociones... y todo fue más fácil. Relajada era más accesible: las personas se acercaban a mí, me preguntaban qué hacía. Y entonces mi proyecto avanzó. Ahí está la importancia del marketing emocional al emprender: hagas lo que hagas hay que echarle emoción y calorcito humano.
Y así lo he contado esta semana en Utah, donde he tenido la suerte de participar en una formación internacional sobre mi proyecto junto a compañeros de toda Europa. Y salvo una primera jornada de trabajo muy intensa, lo que hemos vivido allí han sido básicamente emociones. Y ha sido tan emocionante que ahora tengo el alma desbordada de adrenalina. Ay…
Elia Guardiola es una de las personas que más me ha enseñado a emocionarme. “Sandra, estamos hechos de historias, de momentos, de experiencias… Disfrútalo mucho”. Y eso hice. Y además, al cruzar el Atlántico cumplí puntualmente con uno de sus consejos: volver a ver Inside Out, de Pixar. Y me vino de lujo porque detecté de nuevo la importancia del marketing emocional al emprender. Y las emociones que he vivido en estos años.
MIEDO
Sí. He tenido miedo. Y mucho al principio. Sobre todo a la incomprensión, al rechazo social y a la pérdida de un estatus absurdo que al principio sí que me preocupó. Porque pasé de ser a ojos de todos la periodista con un trabajo genial en El Mundo (dios mío, qué poco conocimiento de la profesión) a ponerme a vender y a enseñar a otros a hacerlo.
Y notaba que cada vez que sentía miedo mi corazón bombeaba sangre más rápido. Era tan intensa esa emoción que a veces me costaba respirar y no podía mantenerla mucho rato. Por eso desarrollé mecanismos de supervivencia. Y aprendí a dejar de lado lo que me daba miedo. Pero fue poco a poco.
ASCO
Aunque yo prefiero llamarlo disgusto. Y sí, lo he sentido. Y no sólo a ciertas comidas como en la película. También hacia situaciones y hacia algunas personas. Una vez leí que esta emoción tiene el poder de condicionar nuestro comportamiento, pues se escribe a fuego en nuestra memoria. Y es cierto: hay situaciones y personas que ya no tienen cabida en mi vida. Nunca más.
IRA
Y tanto que me he enfadado y sigo haciéndolo. Y pierdo los nervios. Porque soy humana y no un robot. Me enfadé mucho porque las cosas no salían como yo quería o porque las personas no avanzaban… Qué error más grande cometí al pensar que todo debía ir como yo lo tenía programado. Si esto es un proyecto de personas, hay que adaptarse a ellas. Sentir ira me ha activado el botón de la coherencia. Y esto es básico si quieres dar la importancia al marketing emocional al emprender.
TRISTEZA
¿Sabes? En contra de lo que parezca es una de mis preferidas. En estos cinco años he tenido momentos de melancolía y de una tristeza infinita que me han dejado sin fuerzas. Recuerdo especialmente cuando en 2015 abandoné mi empleo y los meses siguientes la facturación de mi negocio cayó a plomo, cumpliéndose la peor Ley de Murphy.
Pero la tristeza es buena. Es el pilar del crecimiento personal, desarrollas estrategias para moverte hacia el cambio. Yo estaba hecha una pena pero como ya no tenía empleo tuve que ponerme en marcha para salir de donde estaba. Y gracias a la tristeza tuve mi etapa más creativa.
ALEGRíA
Siempre me dicen: “Tú es que siempre estás sonriendo. Eres muy alegre”. Pues sí, claro… en las fotos siempre sonrío. Cuando lloro no me hago fotos. Pero no siempre soy alegre. Y lloro mucho.
Lo que sucede es que para mí la alegría es la ’emoción del subidón’ y trato de repetir ciertas conductas y acciones que fueron buenas. Y a mí la alegría me la dan las personas.
También he aprendido algo: las decisiones que he tomado en pleno éxtasis alegre no siempre han sido las más acertadas. Cuidado con eso… cuando valores la importancia del marketing emocional al emprender.
SORPRESA
Esta no sale en la película… así que no voy a hablar de ella. Porque me gusta mucho dejar que la vida me sorprenda.
En cinco años me he rodeado de personas espectaculares que antes no estaban conmigo. Muchas de ellas han llegado a mi sin conocerme de nada, a través de las redes sociales. Y eso es sorpresa, pero de la buena, buena…
Y esta semana Utah también me ha sorprendido mucho. Así que he decidido que voy a dejarme llevar. La importancia del marketing emocional al emprender también es dejar que la vida te sorprenda.
FOTOS: Inside Out y Pixabay
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Me apasiona la comunicación y el marketing. Y dediqué los 21 primeros años de mi vida profesional al periódico El Mundo y la comunicación empresarial e institucional.
En 2013 emprendí un proyecto de marketing digital y franquicias on line para conciliar con mi vida de madre.
Desde entonces ayudo y enseño a otros emprendedor@s que quieran hacer lo mismo que yo y me involucro al máximo en su éxito. Porque la clave en este siglo XXI es la suma de experiencias y el trabajo en equipo.
Gracias infinitas por mencionarme Sandra. Me emociona saber que he aportado un poquito de mi en tu vida y en tu persona, para mejorar. Eso hace que yo indirectamente también mejore como persona. Es una gran satisfacción que, de forma altruista, te hagan ver que tu forma de ser ayuda a los demás. Aparte de tener mucho que aprender por mi parte también.
Enorme artículo que espero que mucha gente lea, porque seguro que despertará conciencia.
Besos enormes.
La generosidad con la que ayudas y enseñas y la forma en la que compartes tus conocimientos hace que mucha gente avance. Gracias a ti por todos estos años de inspiración. He ido empapándome en silencio de todo lo que contabas y emocionándome contigo. Y eso es de agradecer. Besos
Hola Sandra,
Felicidades por el artículo. Es inspirador y emocionante. Yo también estoy en pleno proceso de reinvención profesional después de 15 años como profesora y, leyéndote, me he sentido no solo identificada sino además muy motivada a seguir luchando y creciendo, pues de eso se trata, ¿verdad?
Gracias de corazón por compartir. Abrirse, como dices, es complicado. Pero te agradezco de corazón que lo hayas hecho porque hoy me has inspirado.
Un abrazo!!
Cristina, jolín, que casi me sacas la lágrima… me alegro de corazón y soy feliz si te ha servido. Un beso enorme.
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