Soy Sandra. No tengo un coche despampanante ni fotos de esas de éxito. Soy periodista, pero un día me cansé de estar detrás del ordenador y de trabajar siempre para otros. Y decidí dejarlo todo y emprender un proyecto nuevo. Me convertí en algo que parece estar de moda, en una madre emprendedora. La cosa más difícil del mundo. Y estos dos años han sido lo más duros de mi vida. Pero no los cambio.
La culpa de todo la tuvieron mis hijas. Tengo dos a las que el trabajo por cuenta ajena no me permitió disfrutar como yo hubiera querido. Yo, sobre todo, quería estar con ellas. Pero también quería ser algo más. Por eso me convertí en madre emprendedora.
No pedí un crédito. Ni contraté entrenadores emocionales de esos que están tan de moda. Busqué y barajé opciones, aún a costa de quedarme en el noventa y cinco por ciento de los que no tienen éxito. Pero estaba en un momento en que prefería intentarlo.
El que busca… encuentra. Y lo encontré. En silencio pasé a compaginar mi vida en la redacción con un proyecto de ventas on line. Muchos me miraban raro. Corría el año 2013.
Lo pasé mal. Fue un año difícil. Cada día me iba a trabajar cada día motivada de casa con la radio del coche a toda castaña. A veces, ni la música hacía efecto
Pasé los peores quince meses de mi vida. Miedo. Pánico. Desazón. Mi suerte fue no estar sola y haber elegido el proyecto correcto. De otra forma, ahora no estaría escribiendo ésto.
Me marqué un horizonte: un año de trabajo infinito. Eso sí, compaginándolo con mi empleo. Y trabajaba a partir de las diez de la noche, para seguir con las extra escolares, los deberes, secar pelos largos de niñas tras las duchas y tener la cena antes de las nueve para que nos diera tiempo al cuento antes de dormir.
A finales de 2014 cambia mi suerte (que no es otra cosa que mis semillas regadas con pasión). Seguí dejándome la piel con la radio del coche lanzándome canciones a modo de coach. Pero empezaba a vivir de mi proyecto y a pagar facturas además de los autónomos. De vez en cuando me iba a la playa (eso sí, es una suerte vivir al lado del mar) y me hacía algún selfie sonriendo, que sólo compartía conmigo misma.
El 1 de enero de 2015 dejé mi trabajo tras quince años en prensa escrita. Pensé que era lo que debía hacer. El miedo por el salto al vacío se mutiplicó por diez, por por veinte, o por cien… Pero lo hice. Me di una oportunidad y confié en mi. Aún recuerdo la ansiedad constante por el “y si no sale bien…”. Y claro que al principio no salió bien. Más bien te diría que salió fatal. Pero había que continuar adelante…
Hoy es junio de 2016. Abro esta ventana al mundo para contarte lo durísimo que es esto de emprender y de conciliar y de avanzar. Pero también para animarte a hacerlo. Quizá mi experiencia pueda ayudarte…
Dos años y medio después de empezar ya sonrío un poco más. Sigo con la música a tope y tuneo las canciones para animarme. No creo mucho en los mensajes esos de persigue tus sueños, sólo creo en la acción y en la reacción. Hay días que me como el mundo y otros que no soy capaz ni de abrir la boca. Días que digo que voy a por todas y otros que pienso que no avanzo. Pero supongo que ese es el proceso. Dicen que dos años no es nada… Voy a continuar adelante.
Te iré contando cosas. He creado este blog a modo de diario. No sólo para que me lean (que no sé si alguien lo hará) pero sobre todo, para escribir y desahogarme. Como cuando era pequeña… La única diferencia es que ya no soy tan pequeña. Y en lugar de cerrar el cuaderno con una llave y un candado he decidido contárselo a todo el mundo a través de la magia de internet.
Besos.
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Me apasiona la comunicación y el marketing. Y dediqué los 21 primeros años de mi vida profesional al periódico El Mundo y la comunicación empresarial e institucional.
En 2013 emprendí un proyecto de marketing digital y franquicias on line para conciliar con mi vida de madre.
Desde entonces ayudo y enseño a otros emprendedor@s que quieran hacer lo mismo que yo y me involucro al máximo en su éxito. Porque la clave en este siglo XXI es la suma de experiencias y el trabajo en equipo.