Creo que fue en 2004 cuando empezó eso que llaman transformación. Creo que fueron mis hijas las que me enseñaron el camino. Y como todos los caminos, hubo momentos malos, difíciles, distintos… Pero era el camino.
Cuando el predictor me dijo que iba a ser madre empecé a imaginarme dentro de todas las tradiciones que me habían enseñado. Fue como cuando era pequeña y soñaba con ser mayor y me veía siendo corresponsal en alguna ciudad europea y viviendo en una casa fantástica de color blanco. Saber que iba a ser madre y empezar con las tradiciones: compré un carrito ultimo modelo, dos cunas (la mini y la maxi), un cacharro para escuchar si lloraba, una trona y varios set de biberones. Iba a ser madre y me entró la fiebre consumista en las tiendas esas maravillosas que tienen todos los aparatos expuestos. Pasé muchos meses leyendo instrucciones.
En octubre llegó Candela y sin manual. Primera enseñanza: los aparatos no me servían para nada. Esa habitación preciosa que había montado llena de bártulos era inservible. Y era inservible porque empecé a escuchar a mi instinto. Darle la teta en aquella butaca divina era un suplicio, vagaba como una errante por el pasillo cada madrugada y creía que iba a desfallecer. La cuna divina (la mini porque la maxi la regalé sin estrenar) no servía para mucho, aquella niña lloraba y lloraba cuando estaba allí. Me faltaban más fuerzas, así que un día la metí con nosotros en la cama y me olvidé de las normas. Esa noche, dormí.
Claro, al día siguiente estaba fresca como una lechuga y pude pensar. Y clausuré la habitación preciosa de bebé con todos los aparatos dentro. Fue la primera vez que pensé que me había equivocado al repetir la enseñanza social que aprendí durante 32 años. Escuché a mi instinto… y todo empezó a ir mejor. Había caído en mis manos una página de internet que me hablaba de la crianza con apego. Era el año 2004, hace toda una vida…
Tres años después llegó Carlota. El mundo virtual me había puesto en contacto con muchas mujeres que pensaban igual que yo. Me daba igual la manada, yo no estaba sola, en el mundo había millones de personas que se salían de las normas, así que en la maternidad, yo también lo hice.
Cuando emprendí mi proyecto empresarial fue todo prácticamente igual que la transformación como madre. Exactamente igual. Escuché a mi instinto, quería hacer algo diferente, crear y dejar huella. Internet de nuevo me salvó. Y me enseñó que hay otras formas de vivir, otras formas de pagar facturas, que no son necesarias las prolongaciones de jornada escolar… Que se puede hacer de otra manera.
Habían pasado nueve años desde la primera transformación, pero era como un parto nuevo. A por ello. Emprender algo diferente, salirme del rol que todos esperan de mí, dejar todos los currículums y los másters y la experiencia. Aprender algo completamente diferente. Trabajar duro y nunca, nunca… dejarlo.
El mundo virtual… Ese universo que me enseñó a ser madre viviendo las experiencias de otras mujeres diferentes. Y años después, a crear mi empresa también desde un modelo diferente. Sí, creo que he aprendido a ser diferente.
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Me apasiona la comunicación y el marketing. Y dediqué los 21 primeros años de mi vida profesional al periódico El Mundo y la comunicación empresarial e institucional.
En 2013 emprendí un proyecto de marketing digital y franquicias on line para conciliar con mi vida de madre.
Desde entonces ayudo y enseño a otros emprendedor@s que quieran hacer lo mismo que yo y me involucro al máximo en su éxito. Porque la clave en este siglo XXI es la suma de experiencias y el trabajo en equipo.