He vuelto. Y sí, tenía ganas. Ganas de normalidad, que es lo que me suele pasar siempre después de los agostos. Mi normalidad… la mía, que es la que me gusta. Y lo he celebrado como hago siempre en septiembre.
Hace cinco años que el uno de septiembre me compro unas uvas. Once uvas exactamente. Busco un momento tranquilo y me descargo algún vídeo de un viejo reloj dando las once. Y campanada a campanada me como las once uvas, una por cada mes que hay entre septiembre y julio. No hay guirnaldas ni arbolitos como en Navidad, pero es mi manera de decirle hola al nuevo año laboral.
Hace tiempo que mi año empieza en septiembre. Y mi normalidad y mi rutina. Y mi foco y mis objetivos. Cuando trabajaba para otros, septiembre era un mal mes… el mes de la vuelta. Ahora que soy autónoma, septiembre me gusta.
Porque mira que es malo agosto… O te lías la manta a la cabeza y te pones tú también en modo off o la llevas clara como pretendas trabajar un poco. La mala gana te puede y las pocas fuerzas que tienes se van cuando llamas y llamas y llamas y te dicen eso de. “Ya hablamos en septiembre”. Y claro que hablamos en septiembre. Es que no queda otra porque España es el único país que cierra por vacaciones.
Agosto ha sido un mes entre raro y bonito. De semi descanso, como te contaba antes de irme. Un mes en el que he leído mucho y me he levantado tarde (sí, al final acostumbré a mis ojos a abrirse a las ocho). He disfrutado a mis hijas, he hecho deporte, he intentado meditar unos minutos al día (MJ a mi manera ¿eh? porque eso es dificilísimo aunque prometo seguir practicando en otoño) y he renovado energía con amigos y familia que vinieron a vernos. Es lo que tiene vivir a los pies del Mediterráneo.
Pero además… la última semana de agosto hice algo especial: desconecté todas mis redes sociales del móvil para disfrutar de mi viaje. Ocho días sin globos de notificaciones… Y aunque al principio me sentía rara sin el bullicio, después entré en una paz infinita, algo así como si me teletransportara al siglo XX en una nave espacial. Aislada del mundo virtual entendí cuánto ruído resuena en nuestras cabezas a diario y lo importante que es desenchufarse un rato, como dice mi madre.
Ahora, vuelvo. Con más ganas, más fuerza y toda mi ilusión. Me encanta septiembre porque todas las cosas buenas de mi vida han pasado en otoño. Todas, sin excepción. Y sé que este otoño será emocionante y me preparo a vivirlo.
Tengo los ojos muy abiertos, atentos a las señales. Las redes las instalé ayer por la tarde, un día antes de lo que tenía previsto, mientras me comía las once uvas de mi suerte. En el fondo tenía ganas del reencuentro con ese mundo sideral que también forma ya parte de mi normalidad. Vuelvo a estar enchufada, mamá.
Todo está listo. Ahora sólo queda hacer, hacer y hacer… No planes ni balances porque al final casi no cumplo nada. Queda tomar acción para que este otoño sea mágico y que septiembre me siga anunciando las cosas buenas de mi vida. Como ha hecho siempre.
Feliz regreso. Feliz reencuentro. Feliz septiembre.
También te puede interesar:
Me apasiona la comunicación y el marketing. Y dediqué los 21 primeros años de mi vida profesional al periódico El Mundo y la comunicación empresarial e institucional.
En 2013 emprendí un proyecto de marketing digital y franquicias on line para conciliar con mi vida de madre.
Desde entonces ayudo y enseño a otros emprendedor@s que quieran hacer lo mismo que yo y me involucro al máximo en su éxito. Porque la clave en este siglo XXI es la suma de experiencias y el trabajo en equipo.
A empezar con buen pie el nuevo “año laboral”, con ilusión, con energía, con fuerza y sin mirar atrás. Es lo que toca y sé que lo harás sin desfallecer. Por ello, obtendrás tu recompensa. Un beso fuerte.
Beso a ti, ejemplazo de vida.