Todos somos raros

todos somos raros, taller para ayudar a los niños ante el acoso escolar

Todos somos raros ayuda a los niños a defenderse del acoso escolar

Yo conocí a Inés cuando iba a séptimo de EGB. Teníamos 12 años. Y la elegí, como ahora diría mi hija Carlota, como la muy mejor amiga. Esa niña de pelo rubio y rizado, que parecía salida de ‘Ricitos de Oro y los Tres Ositos’, me fascinó desde el día que llegó nueva a la clase. Y ella algo debió ver en mí porque ya no nos separamos hasta que acabamos COU, con 18 cumplidos.

Yo conocí a una Inés divertida, ingeniosa y con la que compartía algo: nuestra afición a escribir y a leer y a devorar todos los libros que caían en nuestras manos. Daba igual cuál. Recuerdo cuando nos enfrascamos con frenesí en la lectura de Los Gozos y las Sombras sin haber cumplido los 15 e íbamos comentando los capítulos en los recreos como si Torrente Ballester fuera nuestro profesor de Literatura y nos retara a un análisis de texto. Juntas nos presentamos a concursos de redacción que organizaba Cola-Cola en la Comunidad de Madrid y juntas pedimos al claustro que nos dejaran por favor cambiarnos a letras puras en Tercero de BUP porque nos habíamos equivocado al elegir las dichosas Matemáticas. Ay, Inés… ¿te acuerdas de todo eso?

Después, la vida. Estudiamos en la misma Facultad, pero en turnos distintos y ramas diferentes: yo Periodismo, ella Imagen. Pero Madrid es inmenso y así como al principio compartíamos partidas de mus en la cafetería, después nos perdimos de vista. Yo me vine a Castellón, ella se quedó en Madrid. Y pasaron muchas cosas, muchos años, que luego nos contamos en toda una tarde cuando al fin nos volvimos a encontrar gracias a las redes sociales.  Fue en un café de Madrid, con sabor a literatura de los que a nosotras nos gustan, y nos resumimos diez años en unas horas. Era 2010. Y le dije aquello: «Sabía que volvería a encontrarte». Y a ella le pasaba lo mismo, claro. Porque en séptimo de EGB ya nos habíamos elegido.

Esta semana Inés ha vuelto a mi vida de una manera muy intensa. En todo este tiempo Inés ha escrito mucho (es especialmente buena en relatos cortos con tono gallego) pero ahora que es mamá de Tomás tiene un proyecto fascinante. ‘Todos somos raros’, talleres para reforzar la autoestima de los más pequeños frente al acoso escolar a través de cuentos (no podía ser de otra manera, amiga).

Y resulta que esta semana mi sobrina Valeria, que tiene casi seis años y es la hija de mi hermana Tania, ha escuchado a Inés en su taller contándole lo de la burbuja: «Tía, dice Inés que tengo una burbuja que nadie puede pinchar y que la hincho cuando alguien me llama tonta, así que ya no me importa que me llamen tonta, porque tengo la burbuja de los buenos pensamientos».

Y es que todos somos raros. Todos, todos. Y perdemos con la edad la capacidad de hinchar la burbuja. Cuando hace tres años emprendí mi proyecto y acabé de un plumazo con mi mundo laboral, todos pensaban que me había vuelto loca. Y me miraban por rara… Y ahora yo también creo que hay muchos raros a mi alrededor… todos somos tan raros…

Y Valeria, con sus casi seis años, me preguntaba esta mañana: «Tía, y tú cuando ibas al cole con Inés, ¿hinchabas la burbuja cuando te llamaban tonta?». Y después, ella misma se contesta: «Ah no, claro, que tú tenías a Inés, entonces no hacía falta la burbuja».

Gracias, Inés. Por antes y por ahora. Y gracias, mi pequeña Valeria. La tía ya tiene la burbuja preparada.

Enseñar a los niños mediante cuentos a defenderse del acoso escolar

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